(En la foto: Graciela Reiris)
En esta oportunidad nos involucramos con Graciela Reiris, integrante de APRI hace más de 20 años que se define como una colaboradora de la institución y nos cuenta que siempre trabajó vinculada con la temática discapacidad.
Hasta el año 96 trabajó en el BPS asistiendo a personas en situación de discapacidad en las tareas que le tocaba realizar. Tras dejar su trabajo ese mismo año, sintió que aún quería seguir relacionándose con esta población. Así fue que, comentándolo con su ex gerente y amigo de muchos años, conoció APRI. Le comentó que allí podría asistir puntualmente en un proyecto, donde terminó trabajando por tres meses. Al finalizar el proyecto, la comisión directiva la invitó a quedarse.
“Caí invitada para trabajar un ratito y nunca más me fui”Graciela Reiris
Tratando con una población extremadamente vulnerable, de la zona periférica de la ciudad, no son pocos los desafíos con los que Graciela y otros miembros del equipo, se enfrentan día a día en APRI. La problemática es compleja y la escasa infraestructura en el país no ayuda al desarrollo e inserción de las personas con discapacidad en los diferentes ámbitos de acción.
APRI es una organización que opera en Uruguay hace 66 años. Década tras década ha sido testigo de los cambios que la persona con discapacidad, y la sociedad, han experimentado en relación a esta problemática a nivel tecnológico, social y personal.
Vocación
Son muchos los momentos fuera del horario laboral en que Graciela sigue reflexionando sobre todo los desafíos que se le presentan cada día con las personas que llegan al centro, pero sabe que trabajar en APRI ha sido para ella un esfuerzo que genera frutos a otro nivel:
“Lo hago desde lo más profundo de mi corazón … es que si no lo haces con amor, con respeto y porque te gusta, no es un trabajo que cerras el cajón y te vas para tu casa el viernes y volvés el lunes…”
¿Y nuestros derechos?
Actores como APRI han sido fundamentales en generar un espacio donde se posibilita a estas personas adquirir herramientas para insertarse en la sociedad a nivel laboral, social y deportivo, entendiendo que tener una discapacidad no debería ser un impedimento para el ejercicio de nuestros derechos como ciudadanos/as, derechos como trabajar, estudiar, hacer deporte, movilizarnos por la ciudad para pasear, realizar un trámite o hacer las compras.
Es así que con mucho esfuerzo y convicción, golpeando puertas, generando ideas, recibiendo donaciones, impulsando proyectos para generar ingresos, y contando con el apoyo de personas que han brindado su tiempo y conocimiento durante todos estos años, la institución ha mantenido sus puertas abiertas.
Nos une el deporte
Es evidente que el deporte es una de las actividades emblemáticas de APRI y los muchos trofeos que adornan la oficina donde amablemente nos recibieron, son prueba de lo anterior. Entre ellos se encuentra la esgrima, bochas, tenis y básquetbol en silla de ruedas.
Para las prácticas la institución cuenta con un gimnasio que es sin lugar a dudas, motivo de orgullo para la familia de APRI y cuyo piso fue reformado gracias al apoyo del BPS y la “brigada solidaria del SUNCA” quien colaboró con el contrapiso de este espacio. Allí, cada sábado, existe el espacio “Escuelita de iniciación deportiva”, que funciona como un club deportivo.
Graciela señala que la práctica es positiva para los asistentes pero la oportunidad de poder competir contra otras personas, es el verdadero premio para los deportistas de la institución.
Un sótano mágico
La casa que alberga a la institución, es la misma casa donde APRI abrió sus puertas por el 1953.
Ésta cuenta con un sótano, que gracias a la colaboración y amor de muchos héroes anónimos, se ha convertido en diferentes salas donde se dictan cursos de cestería, computación, arte, y talleres de armado de bastones, muletas, andadores y reparación de sillas de ruedas, por nombrar algunos.
Como si esto fuera poco, también existen paneles multisensoriales que adornan las paredes que llevan a la sala Snoezelen -concepto desarrollado en los años 70 en Holanda- donde nos adentramos en un espacio completamente blanco donde los peces son voladores, la piscina está llena de pelotas, las luces de colores dibujan líneas en el techo y paredes, y los sonidos e imágenes que allí cobran vida, tienen el fin de apoyar a los terapeutas que trabajan con personas con autismo u algún tipo de deficiencia cognitiva.
Involucrate con APRI
Graciela nos comenta que los voluntarios/as son siempre bienvenidos/as, sin embargo subraya que es sumamente importante que el compromiso se sostenga de marzo (o la fecha que ingrese) a diciembre porque los vínculos que permanecen durante todo el año hablan de respeto hacia las personas y familiares que asisten a la institución.
Los roles que se podrían ocupar serían como asistentes de juego o asistentes personales. También se pueden proponer talleres o cursos.
Ingresá en involucrate.uy en la categoría PERSONAS CON DISCAPACIDAD y encontrá todas las propuestas en la zona del PRADO.